Archivo Activo (o del modesto acto que devino gran gesto)

Escrito por  Sol Henaro 02 Oct 2012

Con cariño y respeto para el dúo incansable (Mayer+Lerma)

 

Algunas personas confunden el sentido de las palabras y asocian el acto de acumular con el de archivar cuando, si bien una parte de la cumulación es hasta cierto punto cercana al acto de archivar, esta práctica está relacionada en cambio con el generar órdenes, clasificaciones, agrupaciones y lógicas específicas que dan sentido a aquello que tal vez en un principio era solo una acumulación de materiales.

 

¿Qué es lo que lleva a X singularidad a desarrollar proyectos de congregación de documentos heterogéneos con el afán de construir enunciados? ¿Qué llevo en este caso a dos artistas visuales –Mónica Mayer y Víctor Lerma- a considerar prioritario generar un archivo cuya presentación hoy nos reúne? Dos artistas, lo subrayo. No hablamos de dos investigadores de estricto perfil académico, no hablamos de dos gestores al interior de una institución enfocada a la memoria y sobre todo, no hablamos de una práctica común para el año de 1989-1991. Por mucho tiempo, desde la arquitectura conservadora de la especificidad de las disciplinas, el quehacer de la documentación, el registro, la conformación y el estudio de archivos fue una tarea por lo general ajena a la práctica artística y a muchos otros perfiles o intereses de acción. En la última década esas barreras se han objetado y con mayor frecuencia se estima el universo de conocimiento que significan este tipo de acervos documentales; hoy ya no sorprende o al menos no nos es ajeno el que un artista visual recurra a archivos para sus investigaciones artísticas o incluso que tome al archivo mismo como dispositivo enunciador o articulador de su propia obra; tampoco sorprende que otros agentes del medio artístico -que no necesariamente son investigadores académicos- generen investigaciones puntuales en torno a distintos acervos documentales ya sea con el afán de re-visitar la historia, para intervenir genealogías o al menos para impugnarlas. No en vano han surgido diversas lecturas curatoriales en base a la revisión crítica de archivos que permanecieron por mucho tiempo al interior del pliegue de la memoria, basta evocar proyectos como la investigación que devino publicación en el año 2000 ‘Del Di Tella a Tucumán arde’ de Mariano Metsman y Ana Longoni o las exposiciones a partir de cuatro archivos latinoamericanos durante la Trienal de Chile 2009 a cargo del curador Gabriel Peluffo o la exposición sobre Arte Correo curada por Mauricio Marcín también en 2009 o -disculpen el cebollazo- la del No-Grupo en 2010 a mi cargo. Desde luego tiene absoluta pertinencia señalar también la iniciativa de la Red de Conceptualismos del Sur puesta en marcha en el 2007 y que integra a más de cincuenta historiadores de arte, artistas, críticos y curadores principalmente latinoamericanos para la que las problemáticas de memoria y archivo figuran como una de sus principales preocupaciones.

 

El archivo es un continente que permanece solo en potencia si no es activado, si no hay quien lo revise sea desde el afecto, el deseo, la investigación o bien desde la mera curiosidad o intuición que desde luego, también son sumamente valiosas. Es en el acto de activarlo cuando cobra sentido y donde esa potencia toma verdaderamente lugar. Los modos de acercarse son múltiples, ya vimos en la exposición que curó Mónica Mayer recientemente para Arkehia, “Visita el archivo Olivier Debroise. Entre la ficción y el documento” donde era posible ver uno de los proyectos en el que Debroise compartió su exploración digerida a través de un formato no tradicional para un investigador de historia del arte: el largometraje ‘Un banquete en Tetlapayac’ (1997-1998). Pienso también en “Arquivo para uma obra-acontecimento” que la brasileña Suely Rolnik ideo con la finalidad de activar la memoria corporal y poética en torno a la artista Lygia Clark y cuyo dispositivo objetual, por cierto, recuperó finamente el dispositivo-archivo.

 

No me detendré en otros ejemplos, solo me interesa traer rápidamente algunos donde el archivo y su activación resultan ejes mancomunados para regresar a “Archivo Activo”, una iniciativa que respondió a urgencias de este contexto específico, que procuró un servicio antes no imaginado y con cuyo tesón se logró mapear parcialmente la producción artística en la Ciudad de México.

 

En México por muchos años se descuidó desde las instituciones la elaboración, cuidado, seguimiento y sociabilización de la memoria de las últimas décadas y en los tiempos en que Pinto mi Raya entró en acción, poco se hablaba de centros de documentación sólidos donde uno pudiera acceder sin mayor protocolo o credenciales y en donde uno pudiera encontrar materiales, en este caso recientes, para zambullirse en la producción contemporánea. Recuerdo como una de las excepciones a la biblioteca del extinto Centro Cultural Arte Contemporáneo…

 

Ese margen temporal al que, para decirlo pronto nombraré como los años noventa, fue un periodo donde se generaron diversos proyectos que paulatinamente delinearon la profesionalización de los diversos agentes del medio artístico: artistas, críticos, la entonces recién aterrizada figura del curador y desde luego las propias instituciones. Poco más tarde comenzó el Centro de Documentación del Ex Teresa de modo incipiente, el del Museo Carrillo Gil y durante la última década se han multiplicado y fortalecido los perfiles y alcances de los que vinieron más tarde. No contábamos entonces con la eficaz herramienta del Internet que nos resulta hoy accesible y habitual para revisar críticas y reseñas sobre el quehacer contemporáneo en México o en el resto del mundo con tan solo pulsar enter. Y me pregunto ¿Cómo es que una mancuerna creativa decidió en los tempranos noventa:

a) comprar numerosos periódicos día a día
b) dedicar tiempo para revisar las secciones culturales y leer las notas
c) recortar éstas, pegarlas sobre un formato pre-diseñado, compilar la ficha hemerográfica y clasificar de modo genérico los materiales día a día?

 

Dudo que Mónica y Víctor hayan tenido la claridad entonces de lo que devendría de ese acto amoroso y obsesivo de compilar la voz de otros sobre aquellos temas y artistas que les interesaba. Dudo que hayan imaginado que llegaría un evento como el de hoy para celebrar con una nueva salida del archivo veinte años de ejercicio puro y duro de costureros especializados de la práctica contemporánea. “Archivo Activo” es un archivo hemerográfico especializado en artes visuales con 11,404 textos digitalizados del archivo físico, en papel, que Pinto mi Raya emprendió en 1991 y que consta de aproximadamente 40 mil documentos. Los compendios impresos que editaban desde entonces fueron temáticos y formalmente austeros, se vendían en eventos y eran publicaciones apreciadas por una comunidad aún apegada al objeto, al acto del hojear con los dedos y no a través de un soporte digital. Los que compré me resultaron de gran utilidad durante mi formación profesional para la escasez de publicaciones que circulaban en esos años donde se recogiera el quehacer de determinado momento; recuerdo haber revisado y consultado incontables veces el número sobre ‘Espacios alternativos’, un tema que desde el inicio de mi formación, me ha interesado particularmente.

 

En 1998 Pinto mi Raya junto con otros cómplices entró en la dimensión del web site al lanzar una revista de arte digital de arte contemporáneo con el nombre de LAPALA.COM y poco más tarde, generarían un portal exclusivo para Pinto mi Raya donde comenzaron a subir muchos de los materiales que contiene este dispositivo y que pueden ser consultados previa suscripción.

 

Desde luego esta edición digital del archivo activo no integra TODO lo que aconteció o circuló en su momento en términos de crítica o reseña pues, como todo archivo, nunca será un continente completo al ser sujeto permanente de cuestionamiento, deconstrucción, alteración e incluso de destrucción o desmembramiento. La escritura de la memoria es desde luego un acto de poder y también de violencia. El soslayo o la disminución de determinadas potencias es un acto delicado como lo es también, por ende, el mapear… Delicado tema el decidir, el editar para escribir en el momento de entramar el archivo. ¿Qué se determina prioritario y en base a qué criterios o estímulos? ¿Cómo determinar lo que se dejará fuera de ese acto o de esa escritura? ¿Acaso es posible librarse de las omisiones e invocar o dar lugar a TODO y a TODOS? ¿Si eso fuera posible, acaso sería útil o tendría sentido?

 

A pesar de que efectivamente hay ausencias o pocas notas de ‘x’ singularidades (y lo cual nos anuncia parte de los intereses de quien ideó y alimentó el archivo) no tengo crítica al respecto pues no me interesan los actos pseudo- heroicos que leo más bien como pretenciosos de querer darle lugar a TODO… entiendo las decisiones de lo que sí está como pistas que me permiten leer o entender los intereses de los autores del archivo.

 

En tanto usuaria de este dispositivo, considero que hay algunos aspectos que podrían rediseñarse en función de ofrecer mejores herramientas de exploración de los materiales; hablo concretamente de un buscador interno que permita llegar a los textos en base a conceptos, nombres de espacios, nombres de artistas, nombres de críticos o reseñistas e inclusive por el nombre del medio del cual proviene la nota. No demerito de ningún modo el trabajo reunido y la utilidad del mismo solo que creo que, para fines de consulta, es poco ágil la manera en que están congregados pues uno debe saber exactamente el año y el título de la nota que necesita para poderla encontrar. Recuerdo que, en el caso de aquel compendio impreso de Pinto mi Raya al que hice referencia antes, contaba con un índice en el que se agrupaban las notas por espacio es decir, todas las que hablaban del Salón de Aztecas, todas las que hablaban de la Panadería… etcétera. En el formato digital aparecen por año y por título de la nota publicada que uno debe forzosamente leer para entender sobre qué va, por ejemplo: “Mas allá del cinismo” escrita por Fadanelli es una nota sobre La Panadería o “Por fin cayó el robachicos” escrita por Pancho López sobre un proyecto de video acciones en Cholula y en DF.

 

Otro aspecto que me interesa señalar para problematizar colectivamente en esta presentación es la pregunta por ¿cómo operan las decisiones de clasificación?, ¿de qué modo dibujar las esquinas dentro de las cuáles ubicar a determinadas producciones? Situar es también un acto delicado… En “Archivo Activo” hay textos-reseñas ubicados en X tema, por ejemplo en ‘instalación’ pero que dicho ejercicio artístico se llevó a cabo en algún espacio alternativo (que también es uno de los temas que trabajo Pinto mi Raya) pero la nota no se duplica para integrarla en ambas categorías (Jezik, exposición Celda Contemporánea) o una nota sobre el SITAC 2005 (Fuga y permanencia, de Aurora Noreña) sumada en la sección de performance pero no en cambio en la de “Arte y Educación” mientras que “La toma del Rull y Balmori” sí aparece tanto en el compendio de “Arquitectura” como en el de “Espacios alternativos”… Es decir, ¿cómo operan en uno y otro caso los criterios de selección/ubicación? Desde luego se dice rápido cuando en realidad llevarlo a cabo es una faena enorme, minuciosa y escrupulosa pero considero que vendría bien potenciar aún más los alcances que puede ofrecer un instrumento como “Archivo Activo” donde como informé antes, conviven un aproximado de 11,404 textos digitalizados publicados originalmente entre mayo 1991 y abril 2011 bajo los siguientes criterios temáticos: Arquitectura 1526, Arte público 676, Arte y educación 181, Crítica 874, Digital 554, Espacios alternativos 350, Fotografía 2789, Instalación 1467, Performance 755, Mujeres artistas 2232. Interesante notar cuántos artículos digitalizados componen cada bloque pues anuncian por un lado los intereses más agudos de Mónica y Víctor o también el interés de la prensa del momento por cubrir con mayor o menor grado ciertas prácticas.

 

Más que cerrar mi intervención quisiera sugerir algunas preguntas que funjan quizá como bisagras para entablar un diálogo tanto con los autores del archivo como con el publico que nos acompaña:

 

El archivo original es físico, para mi “Archivo Activo” es en cambio una edición digital de ese acervo por lo que resulta pertinente preguntar ¿qué sucederá con el archivo original? ¿Y porqué optaron por hacer esta edición y no liberar desde su propio portal de Internet el acceso público a estos materiales? ¿A qué apelan cuando deciden llevarlo al formato digital y cuales son las fortalezas y debilidades que encuentran ahora que lo ven concretado? Y por último, ¿Qué temas sumarían a los que ya han trabajado?

 

Estás preguntas para mi entran en consonancia con lo que ustedes mismos expresan en la página electrónica de Pinto mi Raya en tanto que a mi también me interesa lubricar el sistema artístico para que funcione mejor.

 

Muchas gracias mancuerna infatigable y, enhorabuena!

 

Ciudad de México, 23 agosto 2012

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