EL UNIVERSAL. Sábado 28 de febrero de 1998. Sección Cultural. pág. 2
En uno de mis viajes recientes por el universo del arte feminista por internet (y miren que es todo un universo porque una de las estrategias de las mujeres en la cultura (especialmente en los países desarrollados para no quedarse fuera del partido, ha sido apropiarse de la tecnología) me topé con una página que se llama WomEnhouse y que pueden encontrar en http://www.cmp.ucr.edu/womenhouse cuyo anfitrión es el California Museum of Photogrpahy.
La nostalgia me invadió. En 1972, en los albores del movimiento de arte feminista en Estados Unidos, cuando Judy Chicago y Miriam Schapiro impartían las primeras clases de arte feminista en Cal Arts, uno de sus proyectos fue Womanhouse. Estas intrépidas maestras y sus valientes alumnas se agenciaron una casa que pronto demolerían para realizar una serie de instalaciones y performances que hicieron historia. Los temas, naturalmente, eran el de la domesticidad y las relaciones de género.
Cada artista se apropió de un cuarto para expresar las ideas que iban saliendo a partir del trabajo en pequeño grupo de concientización (antigua técnica feminista en la que cada miembro del grupo goza del mismo tiempo para hablar sobre un tema seleccionado por todas). Furiosas y elementales, las obras de aquel momento variaban desde un baño en el que destacaban las toallas sanitarias usadas, una cocina con senos de plástico pegados en las paredes y techo, o performances en los que un pene y una vagina tenían tremendo diálogo o una mujer recitaba lentamente todas las cosas que paciente, pasiva y tradicionalmente esperaban que sucedieran las mujeres como únicas opciones en esta vida: crecer, casarse, tener hijos, que estos crecieran, etc.
Un cuarto de siglo después, otro grupo de mujeres retoma el tema y la estructura de aquel primer evento para crear una casa virtual, haciendo patente que, aunque algunas temáticas siguen siendo importantes, el tiempo no pasa en balde y tanto las formas como los contenidos en el arte hoy son otros.
Lo primero que me llama la atención de WomEnhouse es el nivel de sofisticación de las propuestas. Aparte de utilizar al máximo las posibilidades del hipertexto de explorar capas y más capas de imagen e información, las propuestas de las participantes son más conceptualosas. De una estética de aparador de tienda en la primera Womanhouse, hoy en día vemos un trabajo en equipo entre teóricas del arte, artistas, arquitectas, fotógrafas que transitan sin miedo y con amplio conocimiento por las temáticas más escabrosas y las formas artísticas más avanzadas. Nos presentan un mundo más complejo, a mujeres que hoy transitan como pericos por su casa en un mundo que antes solo era de los hombres y cuyos intereses definitivamente han traspasado los muros de la domesticidad. La frontera entre el ámbito privado y el público se ha borrado. Nos presentan un mundo en el que a las mujeres ya no solo les interesan los problemas de su género, sino la forma en la que estos se insertan dentro de una problemática de relaciones de poder que también tienen que ver con raza (dentro de su propio país porque como sucede típicamente en ese país, parece que no se dan cuenta que existe el resto del mundo) , cuestiones de clase y sexualidad. Y aunque todo esto me entusiasma, me consuela que algunas cosas, como la cursilería clásica del feminismo gringo, siguen siendo iguales ya que para entrar a la obra uno tiene que hacerlo por la palabra himen.
La primera artista que visité fue Alessandra Moctezuma que escogió el tema de las bardas de la casa (¿de los países, de las culturas?) y en la que nos presenta varias obras de patrones de rejas contrastando fuertemente con una imagen de una mujer de tipo totalmente mexicano dentro de una casa en la que se ve un altar a la Virgen de Guadalupe. Una pieza que me gustó mucho fue la de Pat Morton a quien le tocó el cuarto de la adolescente. Una fotografía de un cuarto totalmente tirado (pero eso si con su computadora), nos introduce a una serie de textos sobre las preocupaciones de las adolescentes, desde la aparente inocencia de los consejos para tener una mejor cabellera, pasando por el gustarle a los chavos y llegando a cuestionamientos profundos sobre la sexualidad y sus consecuencias.
De las artistas originales que participaron en el proyecto setentero, la única que también aparece en esta nueva versión es Faith Wilding. En el primer proyecto ella creó un cuarto cubierto de tejido en crochet, un poco como telaraña, recuerdo de Ariadne y membrana permeable por la que era posible transitar. Hoy Wilding retoma sus mismas inquietudes haciendo una serie de reflexiones sobre los cambios en estas últimas décadas. Algunas de las otras participantes son Dana Cuff, Amelia Jones, Annie Chu y Betty Lee.
Mónica Mayer
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