De sangre y esperanza

Escrito por  Elizabeth Romero 07 Feb 2006
I Lady Macbeth se lava las manos, ésas que no tocaron a la víctima y que sin embargo están manchadas. Sumerge las manos en agua y frota y restriega y no consigue limpiar: no entiende que tiene la sangre en la conciencia, en la inconciencia, en la vigilia, en el sueño y carga con ella en un deambular infinito, como el dolor que su ambición causó. La sangre derramada no desaparece.


II La sangre derramada no desaparece, ahí está la memoria --la propia, la colectiva-- para recordar que, pese a ser ocultada, barrida, lavada, perteneció a mujeres, hombres, niños, ancianos, padres, hijos, soldados, civiles: seres humanos. Que dentro de un cuerpo la sangre es vida, que fuera de él muerte.

III Sostengo que el arte sirve para pensar, para comprobar que los sentidos están conectados al cerebro. Si se tienen ojos, más allá de ver, se perciben imágenes, se construyen signos, se discriminan categorías, se elaboran silogismos. Un artista, además, "dice" lo que ve y al comunicarlo produce pensamiento. De las formas, las percepciones, las sensaciones, las emociones el cerebro produce ideas. De tangibles surgen intangibles. He visto dos veces la exposición Grado cero de Ambra Polidori (la primera vez me fue imposible soportar las escenas del video Punto y aparte) y durante la semana que transcurrió entre una y otra visita he tenido que vivir con una mezcla de indignación, asco, tristeza conviviendo con el aprecio de una obra impecable. ¿Cómo logró Polidori hablar de atrocidades empleando formas equilibradas, mesuradas, limpias? Si al preguntarse lo anterior se tiene la sospecha de que la artista estetiza el horror, el espectador se equivoca, los asuntos que esta obra trata son escalofriantes, nada hay que los transforme, el río de sangre es el mismo. Es la economía de recursos formales --plano dividido en dos o tres partes, yuxtaposición de imágenes, exactitud de los cortes, colores definidos-- y un paradójico silencio --cero comentarios, ningún juicio de valor-- lo que permite hacer digeribles las muy variadas formas de la barbarie. Ambra no tomó ninguna de estas fotografías, Ambra no videó escenas, pero se encuentra con ellas todos los días frente al televisor y la prensa. Con una distancia mezcla de prudencia y acusación, Ambra recorta y recopila, permanece callada y atina a colocar una junto a otra imágenes que por esa virtud, la yuxtaposición, desencadenan la reflexión: un hombre atado recibiendo un disparo junto a las manos de un cirujano que opera un corazón; dos hermosos y tristes niños --ambos sin una pierna-- junto a un blanco para disparar, junto a un soldado obeso que dirige un cuerno de chivo; una mujer embarazada en medio de un montón de huesos.... Para soportar las imágenes, la artista propone la palabra del filósofo, apuesta a que la razón y la sabiduría alivien las heridas.



IV El espectáculo es insoportable porque no es un espectáculo, no, los muertos, los heridos, los lisiados, los huesos, los cráneos, las armas, las ruinas son reales. Estampas así son presenciadas todos los días en todo el mundo y ojalá fueran estampas. Una geografía del odio indica que la paz es sólo una aspiración, una utopía, no la hay en Europa ni en África ni en América ni en Asia. Los medios de comunicación trivializan las escenas, a más disparos más rating, en vivo y en directo, vía satélite a todos los continentes se trasmite el enésimo bombardeo, el padre y el hijo acribillados, el coche bomba y sus víctimas, modernos bonzos, la fosa común, la llegada de refuerzos, la luz del misil; y la voz en off informa talibanesalbanesesguerrafundamentalismoodiopoderfraticidiointifadaprisionerorefugiadokosovaresmacedoni
abalcanesinvasiónruandaactealsarajevopalestinalimpiezaracialfuerzasrevolucionariasreligióndesplazados y el número de muertos es de tantos miles, vamos a unos mensajes de nuestros patrocinadores. Y mientras, yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos, todos lloramos.



V El testimonio de Polidori puede ser "Esto ven mis ojos, esto es obra suya". En una habitación de piso y paredes tapizados de vinil rojo se han colocado 30 cubetas con un líquido rojo, en el video hay dos escenas yuxtapuestas, a la derecha una mujer sentada cose un trapo, hilo y aguja entran una y otra vez en la tela; a la izquierda un jalador y un recogedor realizan una y otra vez la acción de recoger sangre y vaciarla en una cubeta, los instrumentos de limpieza fueran eso a no ser porque se vuelven instrumentos de guerra, se adivinan 5 soldados por otros tantos pares de piernas, dos de ellos limpian, se entiende que el resto sólo mira. Al repetirse la imagen vemos que el charco de sangre nunca termina, que los soldados pueden afanarse eternamente a querer desaparecerla, que se pueden llenar 30 cubetas, que piso y paredes siguen estando rojos, que la sangre pesa, oprime, sobrecoge, duele.



VI Los que no entendemos la violencia (yo que aún no comprendo qué produce el hecho de que un sujeto prenda a otro, es decir, que le ponga las manos encima y declare que le pertenece) aparentemente estamos inermes. La propaganda a favor de la guerra no se detiene, globalizada también, propone el baño de sangre mundial; hipnotizados, los ciudadanos del mundo caen y callan. Al no callar, el arte propone una esperanza.


En México-Tenochtitlan marzo de 2001

Año de la marcha por la dignidad de los pueblos indios

Ambra Polidori, Grado cero, Galería Metropolitana/UAM, Medellín 28, Col. Roma (hasta el 6 de Mayo)


Elizabeth Romero

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